JORGE LUIS BORGES: LA VIDA COMO ACCESORIO DE LA LITERATURA.

 

JORGE LUIS BORGES: LA VIDA COMO ACCESORIO DE LA LITERATURA.

 

“Que otros se jacten de las páginas que han escrito

a mí me enorgullecen las que he leído.  Elogio de la sombra, 1969. 

 

 El gran autor argentino Jorge Luis Borges (*1899-1986), uno de los más relevantes, y admirados, escritores de la lengua española en el siglo XX, no podría haberse imaginado las circunstancias, al menos inusuales, en las que iniciamos la relación literaria con su obra. En el año 1969 tuvimos que encontrar “refugio” varias veces, para escapar a las avalanchas de la represión política que se hizo muy intensa en un pequeño país sudamericano. La primera ola no pudo ser evitada, irrumpió allá por el 19 de junio y hubo que pasar unos cinco días en la prisión de una comisaría, incluyendo una “visita” (no precisamente de cortesía) al “Jefe” de la policía política. En su escritorio, en aquel entonces en la planta baja, se notaba una pequeña réplica de un cohete de la agencia espacial estadounidense. Quizás un homenaje al primer aterrizaje de un hombre en la luna, acaecido unas semanas después. Nos volveríamos a ver en el mismo edificio (tampoco fue de cortesía) en 1972.

 


                               ( Cobertura del ejemplar comprado por el autor en Madrid, en 1988.)

 

La segunda ola (allá por agosto) de 1969 ya fue mejor gestionada. Los padres insistieron en que se desapareciera por algunos días de la capital, encontrando alojamiento en el pueblo natal, en la casa de una rama británico-alemana de la familia, a unos cien kilómetros de la capital. Eran días fríos y grises, y recorríamos en bicicleta, o a pie, los caminos de arena, entre eucaliptos y plantaciones de caña de azúcar. En una ocasión nos encontramos con la hija de una de las familias propietarias del ingenio azucarero, de ascendencia holandesa, quien se mostró ofuscada al conocer la razón por la que nos encontrábamos “exiliado”: “¿Y para qué sirve toda esa agitación política?”

 

Quedamos sorprendido. Más sorprendido estaríamos aun, décadas después, cuando uno de los mejores conocedores de la obra y vida de Borges, además de su traductor al francés, a quien recontaríamos aquel activismo político, nos espetaría en París: Ça serve à rien tout ça, à rien...

 

Entre la joven dama adinerada del ingenio azucarero y el intelectual en París quedó trazado por ende un sutil hilo “borgiano”, que apuntaría a su presunto desprecio por la praxis política en sí, a su supuesta inutilidad, actitud que, en parte, sería confirmada por Mario Vargas Llosa, a quien Borges afirmó en una ocasión que “la política es una de las formas del tedio”[1]. Habría que precisar de qué “política” se está hablando, aclarando al mismo tiempo que nuestras experiencias en aquel entonces distaban de ser aburridas. Más bien: peligrosas, quizás inútiles, pero hasta cierto punto inevitables.

 

A pesar de sus controvertidos gestos con algunos dirigentes militares sudamericanos en la década de 1970, y a su sincera abominación  del “barullo politiquero”, Borges sí explicitó su rechazo a las formas más abyectas del totalitarismo y de la persecución étnica. Lo atestiguan su relato “Deutsches Requiem”[2], o “El milagro secreto”[3], que transcurre en Praga en 1939 a más de su clara defensa de Israel, a través de sus poemas, en la década de 1960.

 

La tercera oleada, ya de vuelta en la capital, allá por octubre del mismo año, fue artísticamente evitada, gracias a la amistad y la generosidad de un amigo, mayor en cinco años, que estaba en camino de convertirse en uno de los poetas más destacados de aquella tierra. Nos ofrece refugio por algunos días en una residencia familiar, una villa construida a comienzos del siglo XX, de habitaciones amplias y altas, pobladas por exquisitos muebles. Y en la mesita al lado de la cama deposita dos ejemplares, para que me acompañaran en ese refugio clandestino: “Antología de la literatura fantástica”, editado por Borges en colaboración con Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, primera edición 1940, y “Ficciones” (primera edición 1944), el conjunto de relatos de Borges que habría de cimentar su fama mundial.

 


 “And en forthtedon na” es una cita del poema en inglés antiguo (old English) “The Battle of Maldon” (entre sajones y vikingos (noruegos) en 991, traducible como “y nunca habrá miedo”. “Hann tekr sverđit Gram ok leggr i međal þeira bert” viene del capítulo veintisiete de la Völsunga Saga (saga islandesa del siglo XIII, escrita en islandés antiguo, o “antiguo nórdico), y podría traducirse como “Él tomó la espada Gram y la colocó desnuda entre ellos (o entre las camas)”. Ambas frases figuran en la lápida de la tumba de Borges en Ginebra, Suiza. Retrato realizado por Johann Sanssouci ©, Berlín, 2021.

 Mentalmente viciado por las discusiones, y acciones políticas de la época, confieso que me resultó difícil adentrarme en narrativas que parecían transcurrir en otro mundo, en épocas que yo sólo podía atisbar a través de borrosas nubes de la cronología. Pero la semilla había sido plantada, y empezó a germinar. De “Ficciones” habría que esperar más de una década, para empezar a palpar los textos como afines, y no como lejanas abstracciones que parecían no dejar sensación alguna. De hecho, siempre tuve la impresión de que la mayor parte de la narrativa de Borges me dejaba un cierto gusto suave a arena seca. Sólo tarde me daría cuenta de que es, por cierto, arena, pero que fluye como en un reloj de arena, acercándose por ende al agua. Y a diferencia del agua, uno puede reposar–y caminar–sobre ella. 

 Lo contrario ocurrió con su poesía, la que, desde finales de la década del sesenta, me llegó y me impactó sin rodeos. Desde entones tendría, siempre que podía, copia improvisada o fotocopiada de los poemas preferidos. El primer ejemplar de su poesía completa lo compraría en Londres, en 1978, el segundo, que todavía sigue ahí, y eso ya es un milagro, en Madrid, en 1988. Incluso ahora, Borges sigue siendo para mi, sobre todo, el bardo. Y el poema suyo que siempre me acompaña es:

 Elegía del recuerdo imposible

 Qué no daría yo por la memoria

De una calle de tierra con tapias bajas

Y de un alto jinete llenando el alba

(…)

Qué no daría yo por la memoria

De las barcas de Hengist[4],

Zarpando de la arena de Dinamarca

Para debelar una isla

Que aún no era Inglaterra.

Qué no daría yo por la memoria

(La tuve y la he perdido)

De una tela de oro de Turner

Vasta como la música.

(…)

Qué no daría yo por la memoria

De que me hubieras dicho que me querías

Y de no haber dormido hasta la aurora,

Desgarrado y feliz.”

 

La moneda de hierro (1976)

 

Ya orillando los ochenta años de edad, el poeta sigue creyendo en la posibilidad del amor. Pero recién a finales de la década de 1980 pude extraer la sabia de cada palabra en ese poema. Quien no haya visto esas “telas de oro de Turner (Joseph Mallord William Turner, *1775- 1851) en la “Clore Gallery”, anexo de la “Tate Gallery” (ahora Tate I), en Londres, nunca podrá entrar en el jardín esbozado por esas líneas. Entre 1988 y 1991 la “Clore Gallery” se convirtió en nuestra sala de reposo y de re-alimentación, y Borges también estaba ahí.

 

Mejor aún: navegar en “ferry” desde un puerto danés, o incluso desde Hamburgo, al puerto inglés de Harwich, en un día de olas soleadas esprciendo agujas heladas, para intuir lo que “Hengist” podría haber sentido, en “aquella ocasión”. Un trayecto que hicimos con mucha frecuencia entre 1985 y 1990.

 


En 1999 se publica en Alemania una traducción de gran parte de la obra poética de Borges, y el título de la crítica del libro en el Frankfurter Allgemeine Zeitung es quizás una de las mejores “síntesis” de la poesía del argentino:

 Für eine Minute einen Sitzplatz im Paradies“ (Un asiento en el paraíso, por un minuto...).[5]

 En 1975, ya residiendo en Buenos Aires, Argentina, hasta junio de 1977, tuve la suerte de ver a Borges, por casualidad, entrando en su casa en la calle Maipú, Barrio Norte. Poco tiempo después, recibí “noticias de primera mano”, a través de un periodista francés, y su pareja, que lograron encontrarlo, preparando un artículo para el diario Le Monde. Recién en la década de 1990 me habría de enterar que, en esos años porteños, Jean-Pierre Bernés se encontraba en Buenos Aires, como agregado cultural de la embajada francesa. Estábamos mundos apartes, a pesar de habitar en la misma ciudad, el que suscribe estas líneas bajo intensa presión para poder sobrevivir, y caminando al borde del precipicio, de manera involuntaria.

 

El tercero re-encuentro con Borges tuvo lugar en Kiel, Alemania, en una semana de junio de 1986, el día en que el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung anunciaba su fallecimiento, con una foto de él, de considerables dimensiones. Estaba sentado en una silla que me permitía ver a través de la ventana la bahía que dejaba el Mar Báltico en Kiel, en el modesto estudio de la residencia universitaria. Quedé en silencio por largo tiempo, con el diario sobre mis rodillas. En ese momento llegaba el barco que hacía un servicio diario entre unas islas danesas y la capital del estado de Schleswig-Holstein. Poco después me lo imaginé a Borges, remando en un bote vikingo, junto a otros camaradas islandeses, recitando las estrofas de la Völsunga Saga”:“Hann tekr sverđit Gram ok leggr i međal þeira bert”.

 

Despedía a algo así como un viejo amigo mayor, con el que siempre el diálogo fue de “Usted” a “Usted”, que se iba para siempre, no sin advertirnos "...no pierda tiempo con libros inútiles, menos aun con acciones inútiles..."

 

Habría que esperar a mediados de la década de 1990, en París, para otro re-encuentro de significación con el escritor argentino. Para esa época había releído algunos cuentos, sobre todo “El Sur”[6], que me pareció uno de sus mejores, y que décadas después, habría de enterarme, él también pensaba que era el mejor[7]. Ya no aterrizaba en sus ajedreces literarios – que es en realidad, el substrato de gran parte de su obra narrativa – como un extemporáneo o un habitante de otro planeta.

 

Allá por 1994 se realiza un acto de homenaje a Borges en el Centre Pompidou, París, al que asistimos. A más de su viuda, María Kodama, se encontraba Jean-Pierre Bernés, traductor de Borges al francés y gran confidente del escritor argentino, sobre todo en sus últimos meses en Ginebra, Suiza. Estimulados por esa celebración del escritor argentino, habríamos de comprar un pequeño ejemplar de sus cuentos, contenidos en "Artificios", en la Shakespeare Bookshop de París.

 


 


Algunos meses después, en la Bibliothéque Nationale de Paris (la antigua, “Richeliu”), cuya sala de lectura sigue siendo una de las más hermosas del mundo), vimos a Bernés sentado frente a una de las mesas, leyendo y trabajando ejemplares de la obra de Borges. Apoyada sobre un libro, una foto del escritor argentino.

 

Venía con cierta frecuencia, y haciendo uso de mucho coraje, un día lo abordé en el corredor de la entrada, e iniciamos un diálogo. Discreción y cortesía al comienzo, y una cierta reticencia de la parte de él, que desapareció cuando se dio cuenta de que mi francés era de nivel, y de que no era un advenedizo en el mapa mundi de Borges. Bernés enseñaba en ese entonces en la Universidad de París. A partir de ahí se inicia una relación esporádica, pero estimulante, que incluye un largo almuerzo en la casa de Bernés en París, un diminuto palacio bien escondido, que dentro parecía haberse quedado en el siglo XVIII – como dirían, años después, otros periodistas sobre la casa en la que pasó sus últimos años, cerca de Arcachon[8].  La sala de comer no tenía electricidad, y en la sala de estar había un piano, sobre el que, en la ocasión de nuestra visita, se encontraban unas fotos firmadas por Henri Cartier-Bresson, que acababa de pasar por ahí. Al final del almuerzo hubo música, algo de Bach y Monteverdi. Siguieron otros encuentros, y algunas tarjetas postales desde Sudamérica, entre 1995 y 1996. Luego vinieron compromisos profesionales en Europa del Este y Marruecos que nos alejaron de la literatura, y en parte de París. Una última conversación telefónica en el año 2000, en la que nos regocijamos de “nuestra” experiencia común en Marruecos (Bernés también había enseñado en el país norteafricano). Años después, enterado del conflicto que irrumpió de golpe entre Bernés y la viuda de Borges, ya en España, enviamos una carta, manifestando nuestra preocupación, y el deseo de una reconciliación. No sabemos si llegó.

 

Bernés habría de publicar en el 2010 un valioso recuento de su relación con Borges, en la que encontramos algunas (pero no todas) de las confesiones transmitidas a mediados de la década de 1990.

 


Muchas de las informaciones y las confidencias que nos transmitiera Bernés en esos años no pueden ser reproducidas en este medio, a más de la necesidad de respetar el principio de privacidad, que no fue invocado, pero que ambos nos impusimos ad initium, per se. Esto abarca sobre todo lo referente a los últimos meses de Borges en Ginebra, enfermo, y muy dependiente de otros para llevar a cabo los menesteres más básicos de la vida cotidiana. 

 

Queda, eso sí, la devoción de Borges por las literaturas germánicas, en el más amplio sentido de la palabra, desde el islandés y el anglo-sajón, hasta el alemán de nuestra época. Una pasión que excluía las aberraciones políticas y otras, que habrían de sucederse en la Alemania del siglo XX. Pero como lo explicitó en su obra, había ahí algo así como una gran “noviazgo platónico”, iniciado en sus años de estudiante en Ginebra. Lo que bien podría ser considerado como el más hermoso poema jamás dedicado al idioma alemán, lo publica Borges en una época (1972) en la que pocos, si acaso alguno, se hubiera atrevido

 “Al idioma alemán

 Mi destino es la lengua castellana

El bronce de Francisco de Quevedo

(…)

Pero a ti, dulce lengua de Alemania,

Te he elegido y buscado, solitario,

A través de vigilias y gramáticas

(…)

Mis noches están llenas de Virgilio,

Dije una vez; también pude haber dicho

De Hölderlin y de Angelus Silesius.

Heine me dio sus altos ruiseñores;

Goethe, la suerte de un amor tardío,

a la vez indulgente y mercenario;

Keller, la rosa que una mano deja

En la mano de un muerto que la amaba

Y que nunca sabrá si es blanca o roja.

Tú, lengua de Alemania, eres tu obra

Capital;

(…)

Te tuve alguna vez. Hoy, en la linde

De los años cansados, te diviso

Lejana, como el álgebra y la luna.”

 

El oro de los tigres (1972).

 No extraña, por ende, que en el 27 de octubre de 1982  , Borges decida visitar al escritor alemán Ernst Jünger, en su casa en Wilfinglen[9]. La lectura de la traducción al español (1922) de “Tormentas de Acero” (Stahlgewitter) , había constituido para el autor argentino “una erupción volcánica”. Jünger anota en su diario:

 Die Begegnung mit einem Dichter ist fast so selten geworden, wie jene mit einem beinahe gestorbenen oder sogar mystischen Tier, dem Einhorn etwa.[10]

 “El encuentro con un poeta es hoy ya algo casi infrecuente, como el encuentro con un animal casi desparecido, o un animal mítico, como el unicornio.”

 Es ist ja auch eine große Seltenheit, rarissime, daß ein wahrer Dichter, überhaupt irgendwo, in Erscheinung tritt. Deshalb habe ich ihn, besonders lebhaft begrüßt.[11]

 Es de hecho ya una raridad, rarissime, que un vero poeta, haga su aparición, en cualquier parte. Por eso lo saludé con mucho calor humano.”

 „Borges rezitierte auf Deutsch Angelus Silesius, auch altenglische Verse; dabei wurde seine Sprache deutlicher, als ob er auf seine Jugend zurückgriffe,“[12]

 „Borges recitó a Angelus Silesius (poeta alemán del siglo XVII) en alemán, así como versos en inglés antiguo, y su habla devino más clara, como si estuviera retornando a su juventud.”

 La conversación, Borges se encontraba ya casi ciego, tuvo lugar en un carrusel de español, alemán, francés, inglés, y “Old-English”.



 Un tercer aspecto de las confidencias de Jean-Pierre Bernés concierne a la relación (o falta de…) de Borges con sus colegas latinoamericanos. En particular con países vecinos de la Argentina, donde su inquina epidérmica contra el “folclore” de bajo nivel, y para consumo turístico barato, lo llevaba en ocasiones a tomar una distancia considerable, y a frases de un fuerte enojo. Para muchos de aquellos escritores, Borges representaba la cúspide del “europeizado”, del “inglés afrancesado”, o del “francés inglesado” que parecía gozar de una cierta animadversión a las tradiciones populistas e indígenas de la región. Una visión sesgada, ya que Borges reconocía la buena literatura en cualquier molde. He ahí su admiración por el mexicano Juan Rulfo–y otros.

 En el año 2008, viviendo “de paso” en Granada España, habría de registrar en mi diario otro “re-encuentro” con Borges.

 8.10.08. El domingo larga caminata hasta La Alambra (Alhambra), subiendo las colinas. Tarde de otoño soleado, luego bajé por el lado más alejado de “La ciudad roja”, embrujado por el agua, los ladrillos y la tierra roja, la vegetación (sobre todo los cipreses…). A la entrada leí el poema inscripto de Jorge Luís Borges – el alma recibe un vendaval de nubes cálidas. Y además es una de las pocas cosas con resonancias sensuales que recuerdo de él. Una cantidad de rusos y escandinavos.

 Se trata del poema “Alhambra”, publicado en “Historia de la Noche, 1977, motivado por la visita de Borges en 1976, cuya casi-ceguera no impidió que recibiera las radiaciones de luna y sol, de piedra y agua, que emite ese regalo del mundo del Islam a la Iberia.

 Habríamos de esperar hasta el 2009, en Buenos Aires, Argentina, para una nueva comunicación con Borges, esta vez a través de James Joyce (*1882-1941). El apunte en el diario:

 „16.06.2009. 22:00. Acabo de regresar de una soirée en la “Casa de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires”. Homenaje a James Joyce, “Bloomsday”. Dudé en irme, pero hice bien. Antes caminata por la (avenida) 25 de mayo, incluso encontré aquella vieja librería de libros de ocasión, en la que en 1977 el argentino colega de la “Alianza Francesa” me compró un libro en francés sobre el Paraguay (creo que el de Henri Pitaud…). Lectura del capítulo cuarto de Ulíses, en parte por María Kodama, la esposa de Borges, quien siempre sigue apareciendo como muy afable. Una muy buena introducción crítica al libro por parte de un argentino. Al final, vino y comida en el patio de abajo, mientras en una pantalla se pasaba la versión fílmica del libro, en blanco y negro, que yo no recuerdo haberla vista antes. También estaba la embajadora de Irlanda. De regreso con el 64 – en un edificio al costado de la “Casa Rosada” se aprestaban a dormir algunos sintechos.”

 

¿Era Borges un escritor inglés que aterrizó por descuido en Argentina, y en la confusión decidió escribir en español? ¿O un argentino que naufragó en las orillas de Islandia? Donde, posiblemente, pasó una vida secreta traduciendo sus antiguos escritos al “islandés” (o “nórdico”) antiguo, manuscritos que están en una nueva biblioteca secreta de Babel, y que quizás salgan a la luz dentro de dos o tres siglos.

 

Considerado por Mario Vargas Llosa como “acaso el más grande escritor que ha dado la lengua española, después (Miguel de ) Cervantes (y Saavedra), y (Francisco de)  Quevedo (y Villegas)”[13], la “identidad cultural” de Borges ha sido, y sigue siendo un debate capital. Hay muchos testimonios que, en sus años de bachiller en el liceo “Jean Calvin” de Ginebra, no sabía todavía en qué idioma escribiría. No cabe duda de que el español de Borges, esa escritura de puros huesos y músculos, en ocasiones de una simplicidad apabullante, en otras de breves resplandores austeros de oro y plata, ese “bronce de Quevedo”, del que él hablaba, sólo pudo emerger gracias a la convivencia tempranera con el latín, el alemán, el francés, el inglés, y luego las antiguas lenguas nórdicas.

 

Muchos insisten en la “anglicidad”, “the Englishness of Borges”[14] , que tiene en parte que ver con el origen de su madre, pero a su vez con su formación, y esa manera very witty de confrontar álgidos temas y de subvalorarse a sí mismo.  Otros, en cambio, en su “francesidad”, o por lo menos en estirarlo hacia la “latinidad”, como señala una carta del profesor Duby, en la que se le solicita que intervenga en una vasta obra colectiva, “para contrarrestar esa manía que existe de enraizarlo en la cultura anglo-sajona”[15] The very witty Borges quizás haya zanjado esa polémica, cuando respondió al Presidente François Miterrand, que acaba de nombrarlo “Commandeur de la Légion d’Honneur”:

 Nothing but a simple epigram: Merci, monsieur le Président.[16]

 El Borges que regresa de Ginebra a Buenos Aires es todavía el porteño que no piensa que haya otra patria:

 

Esta ciudad que yo creí era mi pasado

 es mi porvenir, mi presente;

 los años que he vivido en Europa son ilusorios,

 yo estaba siempre (y estaré) en Buenos Aires.”

(Arrabal, Fervor de Buenos Aires, 1923)

 

Pero ya en los años ochenta, abrumado por las hecatombes políticas y económicas de la Argentina, Borges sólo piensa en vivir en Europa – y en morir en Ginebra[17].

 La placa conmemorativa en la fachada de “Grand Rue 26”, Ginebra, donde habitara Borges (en sus últimos meses de vida), lo cita: 

 “De toutes les villes du monde

De toutes les patries intimes

Qu’un homme cherche à mériter

A cours de ses voyages,

Genève me semble

La plus propice

Au bonheur.”

 

La Fondation Bodmer insistió en cimentar la relación de Borges con Ginebra, comprando el manuscrito original de “El Sur” y luego el de “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, así como dos ensayos sobre Herman Hesse y James Joyce[18]

 La Islandia que en sus años maduros se convierte en algo así como una patria adoptiva:

 “A Islandia

 De las regiones de la hermosa tierra

 Que mi carne y su sombra han fatigado

Eres la más remota, y la más íntima,

Última Thule, Islandia de las naves,

Del terco arado y del constante remo,

De las tendidas redes marineras,

(…)”

 El oro de los tigres (1972).

 No sería tan riesgoso afirmar que Ginebra, en su juventud, ya había sido en parte la Islandia de sus años maduros. Ginebra, que es algo así como una “Islandia” en el continente europeo, ciudad francófona en un país de habla mayoritaria alemana, desde siglos ha refugio de iconoclastas, excéntricos, eremitas y perseguidos todos los colores, “gran puerto franco” a orillas de un lago, no muy lejos de Francia, Alemania e Italia,

 Sin duda, Borges fue uno de los más brillantes “ajedrecistas” de la literatura mundial, uno de los pocos autores que podía camuflarse como un compadrito de los suburbios de Buenos Aires, un letrado y teólogo judío en Praga, un inglés preguntando por un libro inexistente en las librerías en torno a Cambridge Circus, en Londres, un árabe recorriendo las calles de Damasco a la búsqueda de la lámpara de Aladino, o un romano re-escribiendo Eneida de Virgilio. E incluso un discípulo de Confucio, allá por el 300 antes de Cristo en China, redactado lo que, siglos después, aparecería como … Tlön, Uqbar, Orbis, Tertius, esa maravillosa construcción de países y libros imaginarios, que contiene, entre otras, esta frase:

 Mi padre había estrechado con él (el verbo es excesivo) una de esas amistades inglesas que empiezan por excluir la confidencia y que muy pronto omiten el diálogo.[19]

 “La vida como accesorio de la literatura”, un intento de resumir la experiencia borgiana, en lo que concierne a su persona, que aparenta haber sido la de alguien en la que “el vivir” era sólo un accidente que permite realizar la única “vida” que cuenta: la de leer y escribir.   ¿Otra trampa del escritor? No cabe duda de que como persona vivió de manera intensa, en muchos lugares y con muchas personas, excluyendo eso sí la gestación de descendientes. Para descifrar toda la herencia, personal y literaria, del escritor argentino se necesita de una biografía prolija y completa, que aún no existe, y que de todas maneras exigiría años de trabajo. Retraduzcamos la frase al comienzo de este párrafo. En realidad, la literatura de Borges permite embarcarnos en la posibilidad de soñar acerca de múltiples vidas, a lo largo de siglos y siglos, a través de todo el mapa mundi.

 

No conviene olvidar al otro Borges, el “pícaro porteño”, construyendo laberintos y rompecabezas para cobrar venganza de los infortunios del destino (sobre todo el de la ceguera).  Urdiendo trampas lingüísticas de varios quilates de exquisitez, convencido como otros pocos de que, al comienzo, y en el comienzo, como sentencia el Evangelio según San Juan, era la palabra. Y al final también. Y es eso lo que queda.

 

Retornemos al epígrafe que se encuentra bajo el título de este ensayo, y extrapolemos la substancia subyacente en el texto: la única posibilidad de ser un buen escritor, es la de haber sido, y seguir siendo siempre, un mucho mejor lector. Esa es la gran enseñanza de Borges para todas las generaciones a-venir, incluso si lo que entendíamos como “literatura” sea relegada por el aparato tecno-virtual que nos asola, más y más.



[1]„…un viejo anarquista spenceriano“ (1963) Preguntado un cuarto de siglo después, 1981, de nuevo por Vargas Llosa, si qué pensaba sobre esa respuesta, Borges dijo, “yo diría que la palabra tedio es un poco mansa. En todo caso fastidio, digamos. Tedio es demasiado… Es un understatement., „Medio Siglo con Borges“, Mario Vargas Llosa, Alfagura 2020. También „Jorge Luis Borges zu Mario Vargas Llosa: Auch Lesen ist Leben“, Neue Zürcher Zeitung, 19.02.2021;„Borges en su casa“. Una entrevista de Mario Vargas Llosa, Babelia, El País, 12.06.2020. Entrevista realizada en 1981.

[2]Borges, Jorge Luis, Obras Completas, Emecé, pg.  576. Uno de los cuentos contenidos en El Aleph, 1949.

[3]Borges, Jorge Luis, Ficciones, (1944), Obras Completas, Emecé, pg. 508.

[4]Hengist (o Hengest, significa en anglo-sajón “semental”, “caballo-padre”) es una figura semi-legendaria del Siglo V después de Cristo, que aparece, por un lado, como el líder de la invasión anglo-sajona, y danesa, del sudoeste de Inglaterra, y fundador del Reino de “Kent”. A su vez como seguidor del rey danés Hnӕf.

[5]Frankfurter Allgemeine Zeitung, 22.03.1999. Rezension: Bellestriktik, von Heinrich Detering.. „Für eine Minute einen Sitzplatz im Paradies“. Besprechung von Jorge Luis Borges: „Der Geschmack eines Apfels“. Gedichte. Ausgewählt von Raoul Schrott. Übersetzt von Gisbert Haefs und Raoul Schrott. Carl Hanser Verlag, München, 1999.

[6]Agregado en 1956 al volumen “Ficciones”, 1944.

[7]Bernés, Jean-Pierre, “Jorge Luis Borges. La vie commence...”, París, 2010, pg. 152.

[8]„...Jean-Pierre Bernés était l’ami, le traducteur et l’éditeur du grand écrivain argentin Jorge Luis Borges. Sa maison, à Audenge, regorgeait de trésors, patiemment rassemblés par cet homme qui vivait comme au XVIIIe siècle et qui est ,ort ; cet été ; dans l’indifférence sur le bassin d’Arcachon. « SUD OUEST, par David Patsouris, le 08.01.2021.

[9]Borges decidió visitar al escritor alemán Ernst Jünger, en su casa en Wilfinglen, uno de los encuentros de escritores más relevantes que haya tenido lugar en aquel siglo. Borges quiso quizás enterrar con esa visita, que fuera solicitada al Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania, algunas apreciaciones apresuradas (allá por mediados de la década de 1930) que hizo el escritor argentino sobre un lbro primerizo del alemán,

[10]Jünger, Ernst. „Siebzig verweht III, 1993, pgs. 191-192.

[11]“Ernst Jünger – Besuch von J.L.Borges”, https//:youtu.be/GsfYcflA_X49.

[12]Idem (10).

[13]“El Borges en el claroscuro de Vargas Llosa”, www.el periódico.com, 07.07.2020.

[14]„Borges´s Englishness”, from a piece in The London Review of Books archive by John Sturrock, originally published on 7.8.1986.

[15]Bernés, pgs. 167-68.

[16]Bernés, pg. 167.

[17]Bernés, pg. 170.

[18]  Blog.fid-romanistik.de, “Jorge Luis Borges und Genf: Eine Spurensuche”, Prof. René Schneider.

[19]Obras Completas, pg. 437.

JORGE LUIS BORGES: LIFE AS AN ACCESSORY TO LITERATURE.

JORGE LUIS BORGES: LIFE AS AN ACCESSORY TO LITERATURE.


„Let others boast of the pages they have written

I am proud of the ones I have read."


Elogio de la sombra (Eulogy of the shadow), 1969.

The great Argentine author Jorge Luis Borges (* 1899- † 1986), one of the most relevant and admired writers of the Spanish language in the 20th century, could not have imagined the circumstances, at least unusual, which initiated the literary relationship with his work. In 1969 we had to find “refuge” several times, to escape the avalanches of political repression that, in that year, became very intense in a small South American country. The first wave could not be avoided, it broke in around June 19 and we had to spend about five days in the cells of a police station, including a "visit" (not exactly a courtesy one) to the "Chief" of the political police. On his desk, at that time on the ground-floor, there was a small replica of a rocket from the US space-agency. Perhaps an early tribute to the first landing of a man on the moon which occurred a few weeks later. We would meet again in the same building (it wasn't out of courtesy either) in 1972.


                                    Cover of the book bought by the author in Madrid, in 1988.


The second wave (sort of mid-August of the same year) was better managed. The parents insisted on us disappearing for a few days from the capital, finding accommodation in the place of birth, a small town near a river. We took shelter in the house of a British-German branch of the family, about a hundred kilometres from the capital. The days were cold and grey, and we wandered around, by bicycle, or on foot, through the sandy roads, between eucalyptus trees and sugar-cane plantations. On one occasion we met the daughter of one of the families that owned the sugar-mill, of Dutch descent, who lost his temper when she learned the reason why we were “exiled”: “And what is all this political turmoil for? "


We were surprised. We would be even more surprised, decades later, when one of the best connoisseurs of Borges's work and life, in addition to being his French translator, to whom in Paris we had recounted our years of political activism, would simply dismiss the whole experience with: “Ça serve à rien tout ça, à rien... "


A subtle “Borgesian” thread was thus traced between the young wealthy-lady of the sugar-mill in South America and the intellectual in Paris, leading to Borges’s alleged contempt for the political praxis itself, for its supposed uselessness, an attitude that, in part, would be confirmed by Mario Vargas Llosa, to whom Borges once affirmed that “politics is one of the forms of boredom1. One ought to specify what “politics” is being talked about, clarifying at the same time that our experiences, then, were far from being boring. Rather: dangerous, perhaps useless, but to some extent unavoidable. Borges described himself as a “Spenserian anarchist”.


It should be noted, however, that, despite his controversial gestures with some South-American military leaders in the 1970s, and his sincere abomination of the "political logorrhoea", Borges did make explicit his rejection of the most abject forms of totalitarianism and ethnic persecution. To be read hence his story "Deutsches Requiem"2, or “El milagro secreto” (The secret miracle), which takes place in Prague, in 1939. Also his poems in clear defence of Israel in the 1960s.


The third wave, having already returned to the capital, sort of mid-October of the same year, was artistically avoided, thanks to the friendship and generosity of a friend, five years older. He was on his way to become one of the most prominent poets of that country. A refuge for a few days in a family residence was offered to us, a villa built at the beginning of the 20th century, with large and tall rooms, populated by exquisite furniture. And on the bedside table he placed two books, as “fellow-travellers” in the hide-out: “Antología de la literatura fantástica"(Anthology of Fantastic Literature), edited by Borges in collaboration with Adolfo Bioy Casares and Silvina Ocampo, first edition 1940, and "Ficciones” (Fictions), first edition 1944, the set of short-stories by Borges that would bolster his world-wide fame.




“And en forthtedon na” is a quote from the Old English poem “The Battle of Maldon” (between Saxons and Vikings (Norwegians) in 991, translatable as “and there will never be fear.” “Hann tekr sverđit Gram ok leggr i međal þeira bert” comes from chapter twenty-seven of the Völsunga Saga (Icelandic saga of the thirteenth century, written in Old-Icelandic, or “Old-Norse”), and could be translated as “He took the sword Gram and placed it naked between them (or in the middle of their beds)”. Both phrases are inscribed on Borges's tombstone in Geneva, Switzerland.



Mentally vitiated by the discussions and political actions of those years, I confess that I had to struggle to be accepted by narratives that seemed to take place in another world, in epochs that I could only glimpse through the cold, intangible clouds of chronology. But the seed had been planted—it did not take long to germinate. Of the stories in “Fictions", it would be necessary to wait for more than a decade, to begin to feel the texts as related, as relevant soul-embracing cogitations, and not as distant abstractions that appeared to leave no sensation. To some extent, I always had the impression that most of Borges's narrative left me with a suave taste of dried sand. Only later would I realize that it is indeed sand, but that it flows like an hourglass, thus approaching water. And unlike water, one can stand—and walk—on it


Quite the reverse his poetry, which from the end of the 1960s reached me and remained a companion. From then on I would have, whenever possible, an improvised or photocopied copy of my favourite poems. The first copy of his entire poetical work was bought in London, in 1978, the second, still around despite…, in Madrid, in 1988. Even now, Borges continues to be for me, above all, the poet. And his poem that always accompanies me is:



Elegía del recuerdo imposible


“Qué no daría yo por la memoria

De una calle de tierra con tapias bajas

Y de un alto jinete llenando el alba

(…)

Qué no daría yo por la memoria

De las barcas de Hengist,

Zarpando de la arena de Dinamarca

Para debelar una isla

Que aún no era Inglaterra.

Qué no daría yo por la memoria

(La tuve y la he perdido)

De una tela de oro de Turner

Vasta como la música.

(…)

Qué no daría yo por la memoria

De que me hubieras dicho que me querías

Y de no haber dormido hasta la aurora,

Desgarrado y feliz.”


La moneda de hierro (1976)



Already on the verge of eighty-years of age, the poet continues to believe in the possibility of love. But it was only in the late 1980s that we were able to fully decant the almost miraculous mirrors underneath the words. Whoever has not seen those “golden canvasses of Turner” (Joseph Mallord William Turner, *1775- 1851)", “vast as music”, in the “Clore Gallery”, annex of the “Tate Gallery” (now Tate I), in London, will never be able to enter the garden outlined by those lines. Between 1988 and 1991 the “Clore Gallery” became our “voluntary-hide-nest”, a place to rest and to gather new energies. At times I imagined Borges stumbling through the gallery, leaning on his walking-stick, trying to recognize the tableaux with only a third of the only eye still available.


Much better: to navigate by ferryboat from a Danish port, or even from Hamburg, to the English port of Harwich, on a day of sunny, crispy waves spreading icy needles around, to intuit what "Hengist"3 might have felt, on that occasion “...sailing from the sands of Denmark, to unveil an island which was not yet England”. A journey that we undertook very frequently between 1985 and 1991.


A translation of the bulk of the poetical work of Borges was published in Germany in 1999, and the title of the book-review in the Frankfurter Allgemeine Zeitung is probably one of the best synthesis of the lyrics of the Argentine:


Für eine Minute einen Sitzplatz im Paradies“ (“ A place in paradise, for a minute...)4






In 1975, already residing in Buenos Aires, Argentina, until June 1977, I was lucky enough to see Borges once, by chance, entering his house in Maipú street, Barrio Norte. Shortly afterwards, I received "first-hand tidings", through a French journalist, and his partner, who managed to interview him, preparing an article for the newspaper Le Monde. It was only in the 1990s that I learned that in those Buenos Aires years, Jean-Pierre Bernés (*1940-†2020)was also there, as cultural attaché to the French embassy. We were worlds apart, despite living in the same city. The one subscribing these lines under intense pressure to survive, and walking on the edge of the precipice, involuntarily.


The third reunion with Borges took place in Kiel, Germany, in a week in June 1986, the day the Frankfurter Allgemeine Zeitung newspaper announced his death, with a photo of him of considerable size. I was sitting in a chair that allowed me to see through the window the bay the Baltic Sea had shaped in Kiel, in the modest study of the university-residence. I remained silent for a long time, with the newspaper on my lap. At that moment the ship that made a daily service between some Danish islands and the capital of the state of Schleswig-Holstein arrived. Shortly after, I imagined him, Borges, rowing in a Viking boat, together with other Icelandic comrades, reciting the verses of the Völsunga Saga: “Hann tekr sverđit Gram ok leggr i međal þeira bert.”


I felt as if I was taking leave from someone like a far-away, older friend, with whom the dialogue always went from "Vous" to "Vous". He kept warning, “...do not waste your time on useless books, indeed less so in hopeless ventures...”


We would have to wait until the mid-1990s, in Paris, for another meaningful re-encounter with the Argentine writer. At that time, we had re-visited some short-stories, especially “El Sur” (The South), which I always thought was one his best. Decades later, the revelation: He also thought it was the best5. I was no longer landing on his literary chess-board—which is, in fact, the substratum of much of his narrative work—as an extemporaneous, or as an inhabitant of another planet.


Back in 1994 we were lucky to attend an act of homage to Borges, held at the Centre Pompidou, Paris. Besides his widow, Maria Kodama, there was Jean-Pierre Bernés, a French translator from Borges and a great confidant of the Argentine writer, especially in his last months in Geneva, Switzerland. Encouraged by this celebration of the Argentine writer, the following day we bought a small copy of some of his stories, those contained in “Artificios”, at the Shakespeare Bookshop in Paris. 


 


A few months later, at the Bibliothéque Nationale de Paris (the old, “Richeliu”), whose reading room is still one of the most beautiful in the world), we saw Bernés sitting at one of the reader-desks, reading and working on some volumes of, and about, Borges volumes. A photo of the Argentine writer was leaning on one of the books.

He came with some frequency, and one day, gathering enough courage, I approached him in the hallway at the entrance of the library. A dialogue began. Discretion and courtesy at the beginning, and a certain reluctance on his part, which disappeared when he realized that my French was decent, and that I had some idea of Borges's mapa mundi. Bernés was teaching at the University of Paris at the time. A sporadic, but stimulating relationship began, which included a long lunch at Bernés's house in Paris, a tiny well-hidden palace, which inside seemed to have remained in the 18th century—as other journalists would say years later, about the house where he spent his last years, near Arcachon6. The dining room had no electricity, and in the main living room there was a piano, on which, on the occasion of our visit, were some photos signed by Henri Cartier-Bresson, who just passed by. At the end of lunch there was music, some Bach and Monteverdi. Other encounters followed, and some postcards from South America, between 1995 and 1996. Then came professional commitments on our side in Eastern Europe and Morocco that took us away from literature, and partly from Paris. A last telephone conversation in the year 2000, in which "our" common experience in Morocco (Bernés had also taught in that country) was celebrated. Aware of the conflict that broke out suddenly between Bernés and Borges' widow, already in Spain, 2008, I sent a letter, expressing my concern, and hoping for a quick reconciliation. I am unaware of that letter ever arriving.

Bernés was to publish in 2010 an invaluable account of his relationship with Borges, in which we find some (but not all) of the confidences transmitted during the mid-1990s.





Many of the information and secrets that Bernés confided to us in those years cannot be reproduced herewith, if only because of the need to respect the principle of privacy, which was not invoked, but which we both imposed on ourselves ad initium, per se. Above all, everything related to Borges's last months in Geneva, ill, and highly dependent on others to carry out the most basic tasks of daily life.


There remains, yes, Borges's deep love for Germanic literatures, in the broadest sense of the word, from Icelandic, Old Norse and Anglo-Saxon, to the German of our time. A passion that excluded political and other aberrations that were to take place in the Germany of the 20th century. But as he made it explicit in his poem, there was something like a great "platonic courtship" there, beginning in his years as a student in Geneva. What may very well be the most beautiful poem ever dedicated to the German language, was published at a time (1972) when few, if any, would have dared


Al idioma alemán


Mi destino es la lengua castellana

El bronce de Francisco de Quevedo

(…)

Pero a ti, dulce lengua de Alemania,

Te he elegido y buscado, solitario,

A través de vigilias y gramáticas

(…)

Mis noches están llenas de Virgilio,

Dije una vez; también pude haber dicho

De Hölderlin y de Angelus Silesius.

Heine me dio sus altos ruiseñores;

Goethe, la suerte de un amor tardío,

a la vez indulgente y mercenario;

Keller, la rosa que una mano deja

En la mano de un muerto que la amaba

Y que nunca sabrá si es blanca o roja.

Tú, lengua de Alemania, eres tu obra

Capital;

(…)

Te tuve alguna vez. Hoy, en la linde

De los años cansados, te diviso

Lejana, como el álgebra y la luna.”


El oro de los tigres (1972).


To the German language


My destiny is the Spanish language

The bronze of Francisco de Quevedo

(…)

But you, sweet tongue of Germany,

I have chosen and searched, lonely,

Through vigils and grammars.

(…)


It should not come as a surprise, therefore, that on October 27, 1982, Borges decided to visit the German writer Ernst Jünger, at his home in Wilfinglen, one of the most relevant encounters in the realm of 20th century literature. The reading of the translation into Spanish (1922) of “Stahlgewitter” (Storm of Steel) had constituted for the Argentine author “a volcanic eruption”. Jünger wrote down in his diary:


Die Begegnung mit einem Dichter ist fast so selten geworden, wie jene mit einem beinahe gestorbenen oder sogar mystischen Tier, dem Einhorn etwa.”7


“To encounter a poet is nowadays almost that rare, as to encounter an extinct, or even mythical animal, like the unicorn.”


It is ist ja auch eine große Seltenheit, rarissime, daß ein wahrer Dichter, überhaupt irgendwo, in Erscheinung tritt. Deshalb habe ich ihn, besonders lebhaft begrüßt."8


“It is in fact such a rarity, rarissime, for a true poet, be it anywhere, to make his appearance. Hence I greeted him with special warmth.”


Borges rezitierte auf Deutsch Angelus Silesius, auch altenglische Verse; dabei wurde seine Sprache de el deutlicher, als ob er auf seine Jugend zurückgriffe.”9


“Borges recited Angelus Silesius (A German poet of the 17th century) in German, as well as Old-English verses. In doing so, his language became clearer, as if he was taking refuge in his youth.”


The conversation (Borges was already almost blind) took place in a carousel of Spanish, German, French, English, and “Old-English”.



A third aspect of the confidences of Jean-Pierre Bernés concerns Borges's relationship (or lack of…) with his Latin-American colleagues. In particular, with neighbouring countries of Argentina, where his animosity vis-à-vis low-level “folklore”, for cheap tourist-consumption, sometimes led him to take considerable distance, and to angry phrases that cannot be reproduced here. For many of those writers, Borges represented the vertex of the "Europeanized", of the “Francophile” English that seemed to enjoy a certain hostility against the populist and indigenous traditions of the region. A biased view, even if pronounced on the sly, since Borges recognized good literature in any mould. There stands, for example, his admiration for the Mexican Juan Rulfo—and others.


In 2008, living en passant in Granada, Spain, another "re-encounter" with Borges was smuggled into my diary.


8.10.08. On Sunday long walk to La Alambra (Alhambra), climbing the hills. Sunny autumn afternoon, then I went down the far-side of “The Red City”, haunted by the water, the bricks and the red earth, the vegetation (especially the cypress-trees…). At the entrance I read the inscribed poem by Jorge Luis Borges—the soul was embraced by warm clouds. And it's also one of the few things with sensual resonances that I remember about him. A lot of Russians and Scandinavians around.”


It was the poem "Alhambra", published in "Historia de la Noche” (History of the Night), 1977, motivated by Borges' visit in 1976, whose near-blindness did not prevent him from inhaling the radiations of moon and sun, stone and water, emanating from that gift of the world of Islam to Iberia.


We would have to wait until 2009, in Buenos Aires, Argentina, for a new communication with Borges, this time through James Joyce (*1882-1941). The entry in the diary:


16.06.2009. 22:00. I have just returned from a soirée at the "House of Culture of the City of Buenos Aires". Tribute to James Joyce, "Bloomsday." I hesitated to leave the flat, but I did well. Before I walked down the avenue 25th of May, and I even found that old second-hand book-store, in which in 1977 the Argentine colleague of the "Alliance Française" bought me a book in French about Paraguay (I think Henri Pitaud…). A reading of the fourth chapter of “Ulysses”, in part by Maria Kodama, Borges's wife, who always continues to appear as affable. A very good critical introduction to the book by an Argentine. Afterwards, food and wine were served on the patio below, while a black-and-white film version of the book was being played on a screen, which I don't remember seeing before. There was also the ambassador of Ireland. Back with the 64 bus—in a building next to the "Casa Rosada" some homeless people were getting ready to sleep.”


Was Borges an English writer who accidentally landed in Argentina, and in the confusion he decided to write in Spanish? Or an Argentine who was shipwrecked on the shores of Iceland? Where he might have spent a secret life translating his old writings into “Old-Icelandic” (or “Norse”), manuscripts that are ferociously guarded in a new secret library of Babel, and that perhaps will be published in two or three centuries.


Considered by Mario Vargas Llosa (and possibly many others…) as "the greatest writer of the Spanish language, after (Miguel de) Cervantes (y Saavedra,) and (Francisco de) Quevedo (y Villegas)"10 Borges's "cultural identity" has been, and continues to remain, a major disputation. It is certain that in his high school-years at the “Lycée Jean Calvin" in Geneva, he did not yet know in what language he would write.


There is no doubt that Borges's Spanish, that writing of pure bones and muscles, at times of overwhelming simplicity, at other times exhaling brief, austere glows of gold and silver, that “bronze of Quevedo”, of which he spoke, could only emerge thanks to the early coexistence with Latin, German, English, French and then the old Nordic languages.





Many insist on the “the Englishness of Borges”11 which has in part to do with the origin of his mother, but in turn with education, and that very witty way of confronting critical issues and of undervaluing oneself, “self-mockery”. Others however insists upon his "Frenchness", or at least underline his "Latinity", his status as a “son of Rome”, as a letter from Professor Duby points out, in which Borges is asked to intervene in a vast collective work, "to counteract that mania kicking around, which insists to root him in Anglo-Saxon culture”12. The very witty Borges may have sanctioned that controversy, when he responded to the French President, Francois Mitterrand, who had elevated him to the range of “Commandeur de la Legion d'Honneur”:


Nothing but a simple epigram (in English): Merci, monsieur le Président.”13


The Borges who returns from Geneva to Buenos Aires is still the porteño (inhabitant of Buenos Aires) who cannot think there might be another fatherland:


„This city that I believed was my past

it is my future, my present;

the years I have lived in Europe are illusory,

I was always (and will be) in Buenos Aires. "


(Arrabal, Fervor de Buenos Aires, 1923)


But already in the eighties, overwhelmed by the political and economic hecatomb of Argentina, Borges only thinks about living in Europe—and dying in Geneva14.


The commemorative plaque on the façade of “Grand Rue 26”, Geneva, where Borges lived (in his last months of life), quotes him:


"De toutes les villes du monde

De toutes les patries intimes

Q'un homme cherche à mériter

A cours de ses voyages,

Genève me semble

La plus propice

Au bonheur."


The Fondation Bodmer insisted on cementing Borges' relationship with Geneva, buying the original manuscript of “El Sur” and later that of “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, as well as two essays on Herman Hesse and James Joyce15


The Iceland that in its mature years becomes something of an adoptive homeland:


A Islandia


De las regiones de la hermosa tierra

Que mi carne y su sombra han fatigado

Eres la más remota, y la más íntima,

Última Thule, Islandia de las naves,

Del terco arado y del constante remo,

De las tendidas redes marineras,

(…)”

El oro de los tigres (1972).


It would not be too risky to state that Geneva, in his youth, had already been partly the Iceland of his mature years. Geneva, which is something like an “Iceland” on the European continent, a Francophone city in a country with a majority of German-speakers, has been for centuries a refuge for iconoclasts, eccentrics, hermits and persecuted all colours, a “great free port” on the shores of a lake, not far from France, Germany and Italy,


Without a doubt, Borges was one of the most brilliant "chess-players" in world literature, one of the few authors who could camouflage himself as a compadrito (a sort of Argentine “Mack the Knife”, Brecht-Weil) from the suburbs of Buenos Aires, a Jewish scholar and theologian in Prague, an Englishman asking for a non-existent book in the book-stores around Cambridge Circus, in London, an Arab wandering the streets of Damascus in search of the Aladdin lamp, or a Roman re-writing Virgil's Aeneid. And even a disciple of Confucius, back in 300 BC in China, drafting what, centuries later, would appear as... Tlön, Uqbar, Orbis, Tertius, that grand construction of imaginary countries and books, which contains, among others, this phrase:


"My father had joined him (the verb is excessive) in one of those English friendships that begin by excluding confidence and that very soon omit dialogue.”16


"Life as an accessory to literature", an attempt to summarize the Borgesian experience, as far as his person is concerned, which appears to have been that of someone for whom "living" was only an “accident” that allows the only "life” that counts: that of reading and writing. Another writer's trap? Yet as a person he lived intensely, in many places and with many people, excluding the gestation of descendants. To decipher the entire personal and literary heritage of the Argentine writer, we require a neat and complete biography, which does not yet exist, and which anyway would require years of work. Let us re-translate the sentence at the beginning of this paragraph. In reality, Borges' literature allows us to embark on the possibility of dreaming about multiple lives, over centuries and centuries, across the entire mapa mundi.


Not to be forgotten: The other Borges, the “shrewd porteño" (inhabitant of Buenos Aires), building on-the-sly labyrinths and puzzles to take revenge for the misfortunes of destiny (especially that of his blindness). Weaving linguistic traps of several carats of exquisiteness, convinced like few others that, at the beginning, and in the beginning, as the Gospel according to Saint John sentences, it was the word. And in the end too. And that is what remains.


Let us return to the epigraph under the title of this contribution, and extrapolate the underlying substance in the text: the only possibility of being a good writer is to have been, and always continue to be, a much better reader. That is Borges's Gospel for all generations to come, even if what we understand as "literature" were to be relegated by the techno-virtual apparatus that accost us, more and more.






1„…”an old Spencerian anarchist“ (1963). Almost a quarter of a century later, in, 1981, again asked by Vargas Llosa, what he now thought of that answer, Borges said, “I would say that the word “boredom” somewhat mild. Perhaps “disgust”. In any case, “boredom” is an understatement”. „Medio Siglo con Borges“, Mario Vargas Llosa, Alfagura 2020. También „Jorge Luis Borges zu Mario Vargas Llosa: Auch Lesen ist Leben“, Neue Zürcher Zeitung, 19.02.2021.

2Borges, Jorge Luis, Obras Completas, Emece, pg. 576. One of the short-stories contained in El Aleph, 1949.

3Hengist (o Hengest) means “stallion” in Anglo-Saxon, a semi-legendary the 5th century, AC, who appears on the one hand as leader of the Anglo-Saxon (and Danish) invasion of the south-east of England, founder of the “Kingdom of Kent”, and, on the other hand, as follower of the Danish king Hnӕf.

4Frankfurter Allgemeine Zeitung, 22.03.1999. Rezension: Bellestriktik, von Heinrich Detering.. „Für eine Minute einen Sitzplatz im Paradies“. Besprechung von Jorge Luis Borges: „Der Geschmack eines Apfels“. Gedichte. Ausgewählt von Raoul Schrott. Übersetzt von Gisbert Haefs und Raoul Schrott. Carl Hanser Verlag, München, 1999.

5Bernés, Jean-Pierre, “Jorge Luis Borges. La vie commence...”, París, 2010, pg. 152

6„...Jean-Pierre Bernés était l’ami, le traducteur et l’éditeur du grand écrivain argentin Jorge Luis Borges. Sa maison, à Audenge, regorgeait de trésors, patiemment rassemblés par cet homme qui vivait comme au XVIIIe siècle et qui est ,ort ; cet été ; dans l’indifférence sur le bassin d’Arcachon. « SUD OUEST, par David Patsouris, le 08.01.2021.

7Jünger, Ernst. „Siebzig verweht III, 1993, pgs. 191-192.

8“Ernst Jünger – Besuch von J.L.Borges”, https//:youtu.be/GsfYcflA_X49.

9Jünger, Ernst. „Siebzig verweht III, 1993, pgs. 191-192.

10“El Borges en el claroscuro de Vargas Llosa”, www.el periódico.com, 07.07.2020.

11Borges´s Englishness”, from a piece in The London Review of Books archive by John Sturrock, originally published on 7.8.1986.

12Bernés, pgs. 167-68.

13Bernés, pg. 167.

14Bernés, pg. 170.

15Blog.fid-romanistik.de, “Jorge Luis Borges und Genf: Eine Spurensuche”, Prof. René Schneider.

16Obras Completas, pg. 437.

CLASSICS REVISITED

VIRGINIA WOOLF, "A ROOM OF ONE’S OWN": OR RATHER, "A LIFE OF ONE’S OWN".

  VIRGINIA WOOLF, A ROOM OF ONE’S OWN : OR RATHER, A LIFE OF ONE’S OWN. 52 Tavistock Square, London, WC1, a pla...